Hasta "¿por qué no te callas?" se ha llegado a decir.
Y es que doña Sofía, para muchos, ha sido paradigma de protocolo, de saber estar, de bienhacer regio, mientras ha permanecido callada.
Ahora ha manifestado su opinión sobre ciertas cuestiones, desencadenando una desmesurada reacción -comunicado incluido- del rosa grupo de presión. Porque ése, el lobby gay, ha sido el que ha saltado como un resorte, a pesar de que los asuntos que ha considerado la Reina han sido varios, variados y enjundiosos.
No cuestionaré si la soberana debe o no opinar cuasipúblicamente, ni la veracidad de lo editado, porque el motivo del revuelo y lo que se debate no es eso.
Cuando el Rey se ha manifestado acerca de ciertos temas, cuando afirmó bondades sobre Zapatero, no hubo críticas de quienes hoy las vierten contra la Reina, ¿qué pasó con la Ley de Igualdad?.
La reacción la han producido el contenido y el sentido de la real opinión. No se denuncia que apoye a Obama, que revele cómo su hijo le contó que iba a casarse o que adora a Letizia; no, lo imperdonable es que rechace la nomenclatura impuesta por la tiranía de lo políticamente correcto y que su pensamiento no coincida con el políticamente impuesto como único aceptable.
Que el Parlamento apruebe una ley no impide la discrepancia. Eso supondría una vulneración de la libertad de opinión, de expresión; del libre pensamiento; implica totalitarismo.
Si la Reina hubiese estado de acuerdo con la denominación de las uniones entre homosexuales como matrimonio, con el aborto o la eutanasia, sería la máxima Reinona.
Son cuestiones que están fuera de la política, del derecho positivo, lo superan. Pero la otra tiranía es la de contaminarlo todo y subsumirlo en la política.
Es católica, ha sido valiente expresando coherencia intelectual y filosófica que, no siendo la que quieren implantar este Gobierno y sus adláteres, resulta inaceptable. Y eso mismo es lo que nos aplican a los de sangre roja: exclusión del discrepante.
natpastor@gmail.com
Ahora ha manifestado su opinión sobre ciertas cuestiones, desencadenando una desmesurada reacción -comunicado incluido- del rosa grupo de presión. Porque ése, el lobby gay, ha sido el que ha saltado como un resorte, a pesar de que los asuntos que ha considerado la Reina han sido varios, variados y enjundiosos.
No cuestionaré si la soberana debe o no opinar cuasipúblicamente, ni la veracidad de lo editado, porque el motivo del revuelo y lo que se debate no es eso.
Cuando el Rey se ha manifestado acerca de ciertos temas, cuando afirmó bondades sobre Zapatero, no hubo críticas de quienes hoy las vierten contra la Reina, ¿qué pasó con la Ley de Igualdad?.
La reacción la han producido el contenido y el sentido de la real opinión. No se denuncia que apoye a Obama, que revele cómo su hijo le contó que iba a casarse o que adora a Letizia; no, lo imperdonable es que rechace la nomenclatura impuesta por la tiranía de lo políticamente correcto y que su pensamiento no coincida con el políticamente impuesto como único aceptable.
Que el Parlamento apruebe una ley no impide la discrepancia. Eso supondría una vulneración de la libertad de opinión, de expresión; del libre pensamiento; implica totalitarismo.
Si la Reina hubiese estado de acuerdo con la denominación de las uniones entre homosexuales como matrimonio, con el aborto o la eutanasia, sería la máxima Reinona.
Son cuestiones que están fuera de la política, del derecho positivo, lo superan. Pero la otra tiranía es la de contaminarlo todo y subsumirlo en la política.
Es católica, ha sido valiente expresando coherencia intelectual y filosófica que, no siendo la que quieren implantar este Gobierno y sus adláteres, resulta inaceptable. Y eso mismo es lo que nos aplican a los de sangre roja: exclusión del discrepante.
natpastor@gmail.com