La izquierda en bloque ha aprobado la creación de una subcomisión para abordar la modificación de la Ley del Aborto. Con la premisa de una ampliación; con el asesoramiento de un comité de expertos (hoy cualquiera lo es) -por supuesto en prácticas abortivas y en las bondades de las mismas-, lobby portador de un "sí" asegurado por adelantado, contará con la ministra Aído al frente.
Esto nunca fue una cortina de humo -como decían algunos-, ni la crisis podía ser ocultada, ni la misión de la propuesta es algo tan fútil.
La pregunta planteada ahora es ¿por qué dentro de Igualdad y no de Justicia?.
El PP responde que para justificar la existencia de Bibiana riá, riá, pitá como ministra; demasiado superficial. Otros comentan que dentro del Gobierno consideran que ante una cuestión de tal posible coste electoral, sea la novata quien limpie las letrinas; cómo si la decisión pudiera tomarla de forma autónoma y al margen del Presidente y el Psoe.
Mi interpretación es otra.
Zapatero, poco antes de los comicios, afirmó que no había necesidad de tratarlo, a fin de evitar el rechazo de votantes del Psoe contrarios a una ley de plazos. Repentinamente se ha convertido en algo perentorio, y es que está deseoso de satisfacer y convencido de la conveniencia de las pretensiones de los proabortistas.
El Presidente sabe que llevar a cabo un cambio abrupto tendría coste en las votaciones, pero se considera capaz de dirigir la opinión pública -con ayuda de la publicada- hacia el convencimiento de que el aborto es un derecho privativo de la mujer.
Para cambiar el concepto recurre a la retórica de los cínicos y a la demagogia basada en el léxico. Ya no se habla de aborto, sino de interrupción voluntaria del embarazo. El aborto se tipifica como delito, al sustituir el término, desaparece la mental y automática vinculación penal.
Existe la tendencia a identificar "interrupción" con algo temporal, transitorio, que permite devolver la situación a su orden anterior una vez finalizada; pero no es así. "Voluntaria", producto de la libre decisión personal.
El embarazo, al menos hasta la fecha, sólo puede darse en la mujer. Cada palabra está medida.
Zapatero comprobó cómo gran parte de la población terminó no sólo hablando de "proceso de paz", sino interiorizando la idea de que aquello no era una negociación política con terroristas. Ahora, por la misma vía, trata de transformar un delito en un derecho; en un derecho propio de la mujer. Consagrada la base, la construcción es fácil y la dialéctica perversa.
Quien se opone, está en contra del reconocimiento de derechos y libertades: es un fascista.
Quien se opone, está en contra de la mujer, de mejorar su posición, papel, desarrollo y eso tan progre de su realización en el mundo actual: es un machista.
Ése es el íter evolutivo, lento y continuo. Por eso está dentro de la Comisión de Igualdad.
Porque se trata de modificar el sentimiento y el concepto de una sociedad -que mayoritariamente rechaza una ley de plazos que implica aborto libre-, utilizando unos fingidos expertos (algunos con probado interés aborto-crematístico) convertidos en oráculo científico incontrovertible, hasta establecer una norma, que tendrá obligatoriamente que ser aceptada y no dejará espacio, en el caso del cuerpo sanitario, a la objeción de conciencia amparada en motivos, por ejemplo, religiosos, pues en el Estado laico socialista la religión no se lleva al centro de trabajo.
¿No es esto una utilización de la mujer, sustanciada en la persona de Bibiana?.
¿No es, además, anticonstitucional?. ¿Igualdad?, ¿dónde se menciona al padre, ese otro progenitor de letra aleatoria?.
Y el proceso de transformación habrá de realizarse con mucha pedagogía...