El cocinero Santi Santamaría, galardonado con seis estrellas Michelín, ha abierto la caja de los truenos al atacar la nueva cocina que encabezan los Adriá, Arzak y resto de la cuadrilla, tildándolos de cocineros "pretenciosos", que "dan de comer a sus clientes platos que ni ellos mismos comerían" y denunciando el fraude de una cocina de "supuesta" calidad, donde además de pagar facturas desorbitadas, los productos químicos y la producción industrial sustituyen a los alimentos naturales y el oficio artesanal.
Lo que es cierto, es que existe un paralelismo entre esta cocina para snobs y esta moda de la deconstrucción que abarca desde la tortilla de patatas a la que Ferrán Adriá quiere mutilar en experimentos estrambóticos, con la deconstrucción de la nación española que se trae entre manos Zapatero.
En el fondo, es todo un invento falso basado en premisas igual de fraudulentas.
El uso de los biocombustibles y la metilcelulosa, un producto cuyo uso está restringido por el Ministerio de Sanidad y que, según denuncia, se emplean sin control por personal no cualificado en algunos restaurantes, es tan falso y tramposo, como el concepto de "nación" en el Estatuto catalán o el de "realidad nacional" en el andalúz.
Son puras quimeras, adulteraciones de lo auténtico y de lo verdadero, puro humo como el que emplea Sergio Arola en un plato de vieiras con foie, para transcender que nadie vislumbre donde están las vieiras y el foie, y persiga con cara de lelo y la American Express visible, el humo que escuece los ojos.
Y claro, como era de esperar,los espadachines de la modernidad, los que se están haciendo de oro con el truco del almendruco, a 350 euros por cabeza el menú degustación, tachan a Santamaria y a los que defienden la cocina tradicional, los sabores de toda la vida, de "talibanes intransigentes" y de "arcaicos cavernarios".
¿Les suena haber oido esto alguna vez?.
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