viernes, marzo 08, 2013

El día que me veas vieja



Sara tiene 81 años y vive de su pensión en un pequeño piso. Enviudó hace nueve años, no tuvieron hijos,y el paso de los años, la quebrada salud, la ha ido recluyendo entre las cuatro paredes.
Todas las semanas voy a visitarla dentro del voluntariado que hago en la pastoral de mi parroquia.Paso la tarde con ella, conversamos, reímos mientras me cuenta anécdotas y episodios de su vida, comentamos avatares de ese mundo que cada día que pasa le resulta más extraño y lejano...
Tras dejarla esta tarde y despedirnos, mientras espero un taxi bajo la lluvia, no he podido evitar acordarme de una maravillosa carta que leí un dia.

"Mi querida hija, el día que me veas vieja, te pido… por favor que tengas paciencia, pero sobre todo trata de entenderme. Si cuando hablamos, repito lo mismo mil veces, no me interrumpas para decirme “eso ya me lo contaste” solamente escúchame por favor. 
Y recuerda los tiempos en que eras niña y yo te leía la misma historia, noche tras noche hasta que te quedabas dormida. Cuando no me quiera bañar, no me regañes y por favor no trates de avergonzarme, solamente recuerda las veces que yo tuve que perseguirte con miles de excusas para que te bañaras cuando eras niña. Cuando veas mi ignorancia ante la nueva tecnología, dame el tiempo necesario para aprender, y por favor no pongas esos ojos ni esas caras de desesperada. Recuerda hija mía, que yo te enseñé a hacer muchas cosas como comer apropiadamente, vestirte y peinarte por ti misma y como confrontar y lidiar con la vida. 

El día que notes que me estoy volviendo vieja, por favor, ten paciencia conmigo y sobre todo trata de entenderme. Si ocasionalmente pierdo la memoria o el hilo de la conversación, dame el tiempo necesario para recordar y si no puedo, no te pongas nerviosa, impaciente o arrogante. 
Solamente ten presente en tu corazón que lo más importante para mí es estar contigo y que me escuches. Y cuando mis cansadas y viejas piernas, no me dejen caminar como antes, dame tu mano, de la misma manera que yo te las ofrecí cuando diste tus primero pasos. 
Cuando estos días vengan, no te debes sentir triste o incompetente de verme así, sólo te pido que estés conmigo, que trates de entenderme y ayudarme mientras llego al final de mi vida con amor. 

Y con gran cariño por el regalo de tiempo y vida, que tuvimos la dicha de compartir juntas, te lo agradeceré. Con una enorme sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he tenido, sólo quiero decirte que te amo, mi querida hija…

23 comentarios:

ansiadalibertad dijo...

Joé que bonito y ¡joé que depre!, porque todos, con suerte, llegaremos a viejos y a todo eso que dice la carta :P

Es verdad que, cuando hijos, no comprendemos tantas cosas. Somos injustos y arrogantes... y luego nos toca ser padres y recibir lo que nosotros repartimos en su momento.

(Debería animarme, darme valor y creer lo suficiente en mí como para hacer un voluntariado, como haces tú. Al final seguro que tiene que ser de lo más gratificante. Pero ver más tristeza y más dolor y todo eso... no se)

Bueno Doña Natalia, que gracias por esta entrada.

Saludos
http://ansiadalibertad28012013.blogspot.com.es/

o blog de xesús lópez dijo...

Hola, Natalia:

Bonita labor la de la pastoral de la salud, con la que yo viajé a Roma en el año 2007 para un encuentro con BEnedicto XVI.

Curiosamente, también tengo 81 años, edad frágil y a ver, a ver..., que algunas cosas andan rondando.

Bonita la carta que reproduces.

Un cordial saludo,

El último de Filipinas dijo...

Procedo a imprimir la carta para tenerla a mano por si acaso. Gracias.

Anónimo dijo...

En primer lugar me parece fantástica la labor que haces de voluntaria y en segundo lugar, la carta ha sido muy emotiva porque nos hace comprender muchas cosas, todos llegaremos a mayores, si Dios quiere y debemos tener comprensión y cariño a nuestros mayores que de pequeños nos dieron todo, es precioso, ahora que soy madre comprendo más a mis padres. Es preciosa la carta. Gracias por hacernos reflexionar. Un abrazo!

Claudedeu dijo...

Me ha recordado a mi abuela. Aunque sufrió sus últimos años con ciertos problemas de amnesia, solía sentarme con ella mientras me contaba lo que le surgiera. Generalmente repetía siempre lo mismo, pero no me importaba, porque sabía que tarde o temprano, ella no iba a estar conmigo y simplemente me gustaba estar con ella y que contara historias de tiempos remotos. Lamentablemente, murió hace unos meses.

Lin Fernández dijo...

Uno de ls posts mas humano que he leido,gracias por alegrarme el dia y gracias por dedicar tu tiempo para los mas necesitados,un abrazo,

Urdanautorum dijo...

¡De dónde sacarás el tiempo! Entre twitters, blogs, parroquia, obras sociales y últimas celebraciones madridistas, ¿cuántas horas te quedan para dormir?
En una triste realidad esa carta pidiendo amor. Tristemente muchos ancianos, aun con hijos, viven en una tremenda soledad.
Una bella manera de celebrar el día de la mujer.
Un bs.

velarde dijo...

Felicidades por la labor tan maravillosa que llevas a cabo, yo que fui voluntario en los tiempos que corren no se entiende como uno puede ofrecer su tiempo sin obtener nada a cambio ( se refieren al vil metal) no saben que existen otras muchas formas de sentirse recompensado, desconocen esa sensacion, peor para ellos...la carta es tremendanmente emotiva casi hasta la lagrima.

El Fugitivo dijo...

Enhorabuena.
La fragilidad de la condición humana, así expuesta, con ternura y franqueza...

Dan ganas de llorar. La belleza de la verdad a veces produce ese efecto tan emocionante.

FugisaluDos

José Luis Valladares Fernández dijo...

Te felicito por esa labor tan meritoria que estás llevando con esa gente ya mayor que se va quedando aislada de la sociedad actual, que se siente sola y hasta incomprendida. Necesitan un ángel que les escuche, que les sonría.
Y es que, la mayoría de los jóvenes de hoy día, miran a los que ya han cumplido muchas primaveras como bichos raros y molestos. No se dan cuenta que, con el tiempo, ellos mismos pasarán por esa angustia de verse solos e incomprendidos.
Repito, tu labor en ese sentido es formidable e impagable.
La carta que citas, es maravillosa y demuestra que los jovencitos, por muy preparados que estén, aún tienen mucho que aprender de los que ya no son jóvenes.

Un abrazo

Unknown dijo...

Mi ahora queridísima Natalia: ¡qué valor se necesita para asistir a nuestros ancianos! ¡ Qué gran humanidad supone el oír y escuchar a nuestros viejos, con la paciencia que nos niega la vida actual, tan rápida en cualquier orden!
Debo confesarte que la ancianidad no me gusta, quizás porque la he vivido en el trabajo y la sigo viviendo, con la premura del tiempo que nos impone el horario; con el reflejo en nuestro espejo vital de lo que prodríamos llegar a ser en breve tiempo. Pero, con tiempo y ganas, el anciano te lleva a otros tiempos y te enriquece en un pasado que no has vivido; relato lánguido de la persona que te cuenta sin prisa la vida vivida, poniéndote en hora el marcapasos vital tan acelerado, dándote la opción a un sosegante hilo vital con el ejemplo vivo: Llegaremos a la vejez-o no-y para ello no hay que tener prisa, solamente estar a "tempo" y a "tono" en la partitura de nuestras vidas. Lo demás es cuento...
Un abrazo, Natalia.

Esperanza dijo...

Comparto contigo sensibilidad y prioridad en la dedicació de mi tiempo libre.
Sara es viuda sin hijos, pero la falta de comunicación y necesidad de cariño se da en circunstancias que...bueno, conocemos como la autora de la carta.
Preciosa carta, Natalia.

Carlitos Urrutia M. dijo...

¡Qué suerte tiene Sara!
Y lo tuyo, Natalia, ¿alguien creerá que se aprende en esas "educaciones para ser ciudadanos"?.
Me corresponde darte las gracias por permitirme mirar un poquito dentro de Natalia.
¡Qué belleza!

Anónimo dijo...

Simplemente, me ha encantado la carta, la copio y me la guardo con tu permiso. Un abrazo

Unknown dijo...

Enternecedor pero, a la vez, es la cruda realidad de la vejez que a todos nos iguala y llega, no por igual pero si de la misma forma. Es una crónica perfecta de cómo debiéramos tratar a esos seres queridos que tanto nos han dado y a los que, en el fondo, tanto debemos.

Un saludazo.

Señor Ogro. dijo...

Grande la entrada.

Me la aplicaré a mi mismo, y es que uno no tiene siempre la misma paciencia.

Y debería tener más paciencia, bien lo se.

Herep dijo...

Preciosa carta que nos recuerda todo aquello que los mayores hicieron por nosotros anteriormente. Muy bien traída, sobretodo en estos tiempos en los que la vejez asusta al más pintado, como si esa etapa no formase parte del camino de la vida.

Felicidades tanto a Sara como a tí, Natalia. La experiencia seguro que es gratificante para las dos.

Un abrazo.

el burladero dijo...

Preciosa carta, te felicito por ello,no es frecuente esa labor que estas haciendo, tan humana y necesaria
Enhorabuena

Anónimo dijo...

La carta es muy buena es toda la realidad de la vida, las personas cuando nos hacemos mayores
somos ,como un mueble viejo que no saben donde ponerlo.

Esto es una cadena pero nadie aprende de ella todos cometemos el mismo error

Trecce dijo...

La sociedad que desprecia a sus mayores, es una sociedad enferma.

Zambullida dijo...

Como han dicho más arriba, esta carta es para imprimirla y releerla. Andamos, entre otras muchas cosas, escasos de paciencia.

No me extraña, por otra parte, que a Sara este mundo nuestro le resulte cada vez más ajeno. Si nosotros nos llevamos las manos a la cabeza...

maria jesus dijo...

Que real, pero que triste.Mi enhorabuena por tu trabajo con Sara, seras para ella alguien insustituible. Un abrazo

Vicente Rubio dijo...

Bonita carta amiga, mucho sentimiento. Para mi lo único importante y con verdaderas necesidades protección y de cuidados, son los viejos y los niños, nuestra atención debe se prioritaria. Siento una inmensa tristeza cuando los veo remover un cubo de basura, se me revuelve el estomago.
Nunca deberia el Estado que un anciano pasar hambre y penalidades.
Un abrazo