Cuando colgó las botas, montó un taller, un garaje. Disfrutaba de una vida cómoda y plácida.
Pero esa felicidad, ese status pronto se vio truncado con la grave enfermedad de su hijo.
Araujo lo llevó a los mejores médicos, sin que hallaran remedio alguno para el crío.
Araujo lo llevó a los mejores médicos, sin que hallaran remedio alguno para el crío.
Devoto como era del Jesús del Gran Poder,aferrándose como un clavo ardiente a su fe, acudía cada tarde a la iglesia de San Lorenzo, a
pedirle al Señor de Sevilla que curara a su hijo.
Así un día y otro,y otro... hasta que
el pobre niño murió una madrugada. Entonces, ciego de ira, con esa rabia trufada de dolor por la pérdida del hijo amado fue de
luto a San Lorenzo y, encarándose con el Gran Poder, le dijo:
- Que sepas que nunca más vendré a verte. Te pedí por la salud de mi hijo y no has querido salvarlo.
- Que sepas que nunca más vendré a verte. Te pedí por la salud de mi hijo y no has querido salvarlo.
Se dio media vuelta, caminó por el pasillo hacia la salida de la iglesia y con los ojos arrasados de lágrimas se giró de nuevo hacia el Gran Poder
- ... así que si quieres verme, vas a tener que ir tú a mi casa...
Pasan los años. Estamos en la primavera sevillana de 1964. Siendo
arzobispo D. José María Bueno Monreal se organizó una santa misión,
con el fin de avivar la religiosidad popular.
Se organizaron numerosos actos en templos e iglesias, predicaciones en barrios y multitudinarias comuniones de enfermos.
Se organizaron numerosos actos en templos e iglesias, predicaciones en barrios y multitudinarias comuniones de enfermos.
La
Hermandad del Gran Poder, como todas las demás, fue invitada a salir
procesionalmente, y a tal efecto se bajó del altar la imagen del Señor de Sevilla.
Andaba el paso por el barrio de Nervión, cuando el cielo empezó a tornarse gris plomo.
De repente, empezó a diluviar. Apretaron el paso los costaleros, los músicos tapaban como podían los papeles de partituras y los parches de los tambores para que no se mojasen.
De repente, empezó a diluviar. Apretaron el paso los costaleros, los músicos tapaban como podían los papeles de partituras y los parches de los tambores para que no se mojasen.
Buscaban un lugar para guarecerse de la tromba y evitar que la imagen, la talla del siglo XVII, sufriera daños irreparables.
Ajeno al revuelo, Juan Araujo trabajaba esa tarde en su garaje. Desde la muerte de su hijo, no había querido saber nada de Semana Santa, de procesiones y pasos.
De repente oye golpes en la puerta de su taller. Seguía lloviendo a mares y Araujo se apresuró a abrir.
Cuando descorre los cerrojos y las puertas se abrieron, allí bajo la lluvia intensa y bajo la luz titilante de una farola, el Señor de Sevilla se alzaba ante su ojos.
Allí estaba años después de aquel desafío, de aquel "vas a tener que ir tú a mi casa".
El Señor del Gran Poder, con su cruz a cuestas,
los pies sangrantes y lacerados, el rostro cuajado de sufrimiento, mirándole desde lo
alto del paso, entre el resplandor macilento de una farola.
natpastor@gmail.com
natpastor@gmail.com
34 comentarios:
Qué emocionante tu relato,Natalia.
Un cordial saludo y enhorabuena.
Xesús
Sin duda una historia triste y emotiva de un padre que pierde a su hijo.
"Pato" le llamaban a este hombre un buen jugador del Sevilla y jugador de los años 40 y principio de los 50.
Sin duda fue un gran goleador en su años de jugador de Fútbol.
Tiene es muy duro perder a un hijo y la verdad es que uno se agarra a su fe y puede terminar por duras circunstancias desilusionado de ella.
Un post Natalia que mueve sensibilidad a cualquiera, y que particularmente me ha echo saltar unas ....y es que uno puede ser burro y sensible a la vez.
Saludos Natalia.
Xesús López:
Gracias.
Es una historia realmente sobrecogedora.
E.P:
Gracias.
A mi me contaron este hecho siendo muy pequeña, y aún hoy -incluso cuando escribía este post -, se me pone la piel de gallina y me emociono.
Recuerdo perfectamente al futbolista Araujo. No de haberlo visto jugar, pero sí de haber figurado su foto en mi colección de cromos de jugadores del Sevilla C.F. Lo que no conocía, Natalia, es su emotiva historia, en relación con esa importante imagen del Salvador.
Y ahbia oido la Historia, pero no sabía si era El Señor de Sevilla u otro cirsto el que protagonizaba la Historia. Sea cómo fuere, una historia commoverora de cómo la Fé se va y se viene...
Un saludazo.
Tio Chinto:
Yo,por edad, no lo conocí en su etapa de futbolista.
Mi padre, sí, me habló de él y de su sobrecogedora historia con el Gran Poder.
C.S.Peinado.
Gracias.
El bello de punta...tienes la facultad de narrar en pocas lineas una historia enormemente emotiva.
Dios escribe recto. Somos nosotros los que nos empeñamos en torcer los renglones.
Un saludo.
Velarde:
Gracias,Jorge.
Me conforta que te haya emocionado.
Posodo:
Así es.
Nos empeñamos en intentar descifrar los designios del Señor.
No se me ocurre ningún comentario q esté a la altura de este magnífico regalo q nos haces, tanto por la historia como por la pluma. Solo darte las gracias con un fuerte abrazo.
Clandestino:
Muchísimas gracias, querido amigo, por tus palabras.
No sabes como me llena el corazón que esta historia te haya emocionado tanto.
Una historia relamente triste y hermosa!
Gracias Natalia!
Recuerdo al Jugador Araujo de cuando jugaba de escuchar sus actuaciones por la radio. Lo que no sabía yo esa historia.
Seguro que el ex futbolista se quedó petrificado cuando vio a Jesús del Gran Poder entrar en su local. Una historia conmovedora de verdad.
Un abrazo
Gilberto:
Gracias a tí por tu interés.
Jose Luis Valladares:
Es una historia de fe y de amor.
Desgarradora por todo lo que ella conlleva.
Un beso, querido amigo.
Hoy sería imposible. No me imagino a ningún jugador de Primera que tenga que volver a trabajar con las manos.
Muy bonita historia, no diría que no le cumplió. Fue a su casa a verle y a decirle que su padre también paso por lo mismo.
Saluditos.
Me has emocionado Natalia, y te lo agradezco.
Hatçy que activar la fibra de vez en cuando.
Es preciosa la historia.
Ya sabes que Dios escribe derecho en renglones torcidos.
Salutem.
Preciosa historia. La magia de las procesiones dota de vida, más que humana divina, a esas tallas prodigiosas, a esos leños centenarios.
Menos política y más emoción: ¡Enhorabuena!
Gracias Natalia por rescatar esta hermosa historia.Tan llena de religiosidad y de fe,un saludo.
Bonito relato Natalia, no lo conocía pero me encanta la moraleja.
Que disfrutes de vuestra universal Semana Santa.
Preciosa entrada, Natalia. Leyéndola, me venía a la cabeza esas palabras tan cargadas de sentido en estos tiempos.
"Los caminos del Señor son inescrutables".
Feliz Semana Santa.
Interesante casualidad.
Triste historia la pérdida de un hijo y una reacción humana ante los misterios de nuestra religión, con un desenlace conmovedor.
Un relato sentido donde la aflicción acaba en éxtasis, que emociona a cualquier persona sensible, sea o no creyente.
Envidio a quienes tenéis tanta Fe.
Gracias Natalia por traernos una historia tan tierna, lamentable y hermosa de Juan Araujo y El Señor del Gran Poder.
Hermosa historia, Natalia; me ha hecho llorar ¡Qué grande es Dios ! Su amor y su fidelidad hacia nosotros nada tiene que ver con ese amor de pacotilla que gastamos los hombres.
Feliz Pascua de Resurrección.
Tremenda historia.
Que no pasaría por la cabeza del exjugador aparte del obvio recuerdo de aquella sentencia.
Gracias Natalia por tu visita a mi blog y por tus amables letras. Encantado de seguir tu blog! Te invito a mi blog cuando desees.
Besos
Preciosa historia, sea mentira o verdad, porque nos pasa a muchos algo parecido, pero me ha faltado saber como termino la "cosa", ¿le cerro la puerta en las narices al Gran Cristo? o ¿ Quizá se quito el orgullo y le dejo entrar de nuevo en su corazón?.
Me dejas en ascuas.
Un beso amiga y muy enternecedor.
Vicente Luis Rubio:
La historia es absolutamente verídica y para colmar tu curiosidad, te diré que el Jesús del Gran Poder entró en la casa de Araujo, como no podía ser de otra forma.
Saludos.
De pequeñin mi padre me llevaba al Campo viejo del Sevilla, eramos socios y Araujo era un gran jugador.Ya no me acordaba de esta historia (mi padre seguro que me la contó), pero cuando la he leido, he llorado de emoción por todos los recuerdos y vivencias que han aflorado en mi mente.
El año pasado cumplí 50 años de Hermano Nazareno de la Virgen de la Soledad y todos los viernes que puedo, le rezo al Gran Poder y a mi Virgen desde hace dos años para que me cure a una de mis hijas de 37 años, enferma de un cáncer de mama.
En mis oraciones, precisamente le digo lo contrario que el "Pato": Ocurra lo que ocurra seguiré teniendo fé ya que será lo que Dios decida, y seguiré saliendo de nazareno mientras la salud no me lo impida.
Muchas gracias Natalia
Juan Macias Luna Twiter@plantinar
juanmaciasluna@gmail.com
Y lo volvió a ver.
Una historia preciosa Natalia.
Gracias por compartirla.
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