Imaginen la situación. Una pareja de recién casados, enamorados hasta el tuétano. Él, Víctor Peñasco, su mujer, María Josefa Pérez de Soto. Como era habitual entre las parejas de recién casados de las clases adineradas de principios del siglo XX, emprenden una larguísima y romántica luna de miel por las principales capitales europeas, que se va a prolongar durante casi un año y medio.
En ese viaje le acompañan mayordomo y una asistenta llamada Fermina Oliva Ocaña.
La pareja de recién casados está en París y allí deciden una noche zarpar con destino a Nueva York, en el barco más grande y más lujoso jamás construido, de nombre Titanic.
Compran los pasajes para el barco en la agencia que la White Star tiene abierta en París. Adquieren un billete que incluye dos cabinas, una para el matrimonio y otra para Fermina. El mayordomo se quedará en la capital francesa.
La suerte está donde menos te la esperas.
La noche del naufragio estaban en sus camarotes. Se oyen gritos, un estruendo monstruoso y carreras por los pasillos del buque.«Yo sólo cogí una estampa de San José que tenía encima de la cama, me la metí bajo el salvavidas y me encomendé a él —relatará posteriormente Fermina—. Nunca me arrepentí de haber sabido elegir esa estampa entre tantas cosas que hubiera podido llevarme».
No hay tiempo para equipajes y otras pertenencias. Salen con lo puesto.
Suben a cubierta y allí está la orquesta del Titanic,tocando, impasibles, como músicos samurais que afrontan su destino con elegancia.
A las doce y veinticinco de la noche, el oficial encargado de supervisar la evacuación da la orden de embarcar a las mujeres y los niños. Cuando María Josefa comprende y es consciente de que sólo podrán embarcar ellas y los críos se abraza a su marido, histérica, y se niega en rotundo a despegarse de su lado. Una condesa inglesa que presencia la dantesca escena de la separación procura convencer a María Josefa de que entre en el bote. Pero ella se opone y Víctor, desesperado, la empuja dentro.
«Cuiden de ella», le ruega a la condesa.
Quizás,como aquellos soldados de los Tercios de Flandes que besaban las cartas de amor de sus mujeres en el presentimiento de una muerte cercana, Víctor Peñasco se despide para siempre de su mujer con una frase que pone los vellos como escarpias: «Que seas muy feliz,Pepita».
Mientras el bote se aleja, Victor Peñasco se hunde junto al Titanic en las heladas aguas del Atlántico.
natpastor@gmail.com
35 comentarios:
Desde luego es tremendo...
Solo la historia del Titanic y cada una de las personas que sobrevivieron y contaron su experiencia ya te pones con los pelos de punta, pensar y meterte un poco en situación en la que ellos sobrevivieron ya te lo dice todo.
En Donosti hace algunos años hubo una exposición de cosas y datos del Titanic..fui a ver y la verdad mereció la pena pagar para ver....
Entre muchas cosas fotografías, joyeros,diarios, fotos de todas clase de aquellos momentos..etc y salí impresionado de aquello que parecía una historia de ficción.
La Historia de Pepita es impresionante supongo que esta buena señora aporto mucho a la historia del Titanic.
Saludos Natalia.
E.P:
Es una historia trágica, como tuvo que haber cientos,miles en el hundimiento del Titanic.
Me fascina esa mezcla de romaticismo extremo y de aceptación del destino inevitable;de amar y de ser consciente de que vas a morir, que nunca más verás al ser querido.
Una historia realmente estremecedora, amiga Natalia. Y bien contada.
El destino es, a veces, tan caprichoso que uno se liaría a bofetadas con él.
Tio Chinto:
Pocas tragedias hay que reunan tantos episodios diferentes de ser valorados:amor,renuncia,aceptación de lo inevitable,heroismo... incluso esa elegancia estoica de esos músicos que siguen tocando mientras el barco se hunde inevitablemente.
Qué historia mas estremecedora, que pena que no se conserven mas historias como esta, seguro que habría cientos...
Besos!
Cris
La realidad supera a la ficción, una vez más y cuando despectivamente hablamos de historias de folletín, no nos damos cuenta de que la vida es un macabro folletín en más de una ocasión.
Cris Pontetacones:
Imagino que como la historia de Víctor Peñasco y su mujer María Josefa Pérez de Soto,habría cientos.
En todas eso sí, los mismo ingredientes:la pérdida y la despedida del ser querido, de los hijos, las mujeres en bote, los hombres resignados a su suerte, al orquesta tocando impasible mientras el barco se hunde.
Fascinante.
Trecce:
Vivimos tiempos tan mediocres y alienados, que a día de hoy se me antoja imposible una escena como la de Víctor Peñasco y su mujer, María Josefa Pérez de Soto.
La historia del Titanic es una epopeya moderna dedicada a la grandeza del ser humano, a la soberbia y también a la fatalidad construída por pequeños detalles que, sumados, desembocan en el desastre; una auténtica tragedia griega cuyos protagonistas,los Titanes, fueron encarcelados en el Tártaro según la Teogonía de Hesiodo.
El buque más perfecto y lujoso jamás construído naufragó en su travesía inaugural a los dos días de singladura, abatido por la naturaleza implacable y por las imperfecciones de diseño, después de desoír las advertencias de icebergs a la deriva en el Atlántico norte (los buques ya disponían de la radiotelegrafía) y con sus máquinas a pleno rendimiento. Ni siquiera los botes salvavidas eran suficientes para todo el pasaje y tripulación en un buque "insumergible" que sólo tardó un poco más de dos horas en hundirse en las profundidades del Atlántico, a 4000 metros.
Una tragedia que recordamos nosotros, después de 100 años, y recordarán nuestros tataranietos, como también recordamos la batalla de Maratón o la de las Termópilas:
El naufragio del Titanic es ya pura mitología.
Un saludo a todos.
Es triste pero bonita la historia.
Se está perdiendo el romanticismo y es una pena.
Nos faltan muchos valores y hay que luchar por recuperarlos.
Jano;
Decía Pérez Reverte en un reciente artículo que "dos mil y pico infelices, desde sofisticados millonarios a emigrantes pobres como ratas, que confiando en la publicidad de la compañía White Star, que califica su barco de insumergible, se instalan alegremente a bordo de un artefacto de acero que pesa 45.000 toneladas, y cuya tendencia natural, si algo falla en la técnica -y la técnica puede fallar siempre-, será irse al fondo por su propio peso. Y no contentos con tentar a la suerte de tal manera, esos pasajeros confían sus vidas a una tripulación en la que los marinos auténticos son minoría. A un sindicato -así los llamó Joseph Conrad- de cocineros, mayordomos y camareros más dedicados al confort del pasaje, a que éste coma bien, duerma cómodo y se divierta, que a la navegación profesional propiamente dicha. Ahora, como guinda del pastel, añadan a eso una compañía naviera dispuesta a hacerse a toda costa con los récords de navegación y los beneficios que ese primer viaje puede traer en cuanto a promoción y venta de pasajes en el futuro. Con lo que tenemos, resumiendo la cosa, un artefacto monstruoso, hijo de la ambición y la arrogancia, lleno de incautos y gobernado por irresponsables, lanzado a veintiuna millas por hora en llena noche atlántica, a través de un mar lleno de icebergs. O sea: bingo. "
Lujaban:
Por eso comentaba antes que no me imagino ahora ,en estos tiempos que vivimos, gestos heróicos, rasgos de estoicismo ante lo inevitable -como el de la orquesta- o muestras de romanticismo como el de Víctor Peñasco y su mujer.
Tierna y acongojante escena,y en estos días aun conmueve más.Un beso
Me has emocionado, que no es fácil, buena entrada.
Me he despedido de amigos muertos en acto de servicio y no me sobran sentimientos. Gracias por despertarlos.
Un fuerte abrazo.
Sylvia Reguero:
Imagina como tuve que ser aquello.
Dejar atrás a tu marido a las mismas puertas de la muerte y alejarte en un bote sabiendo que jamás volverás a verlo, que ese instante fugaz es lo último que tendrás ya de él.
El Sibarita Pobre:
Gracias.
Es una historia sobrecogedora.
Como tuvo que haber cientos a bordo del Titanic.
Me fascina y sobrecoge ese estoicismo ante la muerte, inevitable y próxima;esa última declaración de amor al ver a su mujer por última vez, esa orquesta tocando mientras el barco se hunde...
Que triste debe ser despedirte así de la persona que más quieres y que duro.
El Titanic ha quedado como símbolo de la arrogancia humana y de la falta de escrúpulos pero, a la vez, de la capacidad de dar y ser generosos que tienen las personas, porque dentro de esa desgraciada epopeya se encierran muchas historias de valor y heroismo.
Qué gran versión podría hacer nuestro cine de esta historia a la altura de la de Cameron en dramatismo aunque probablemente no en medios.
Una historia con una carga romantica y fatalista,Donde el verdadero amor queda reflejado en esta pareja.un saludo.
No se.. el Titanic ha escrito tantas hojas desde su hundimiento que discernir el mito de la realidad se hace cuando menos dificil, en especial si le unimos una faceta romántica, que siento decirlo, tiende a desvirtuar lo que toca.
Aquello fue una tragedia, y conociendo al ser humano, seguramente habría más casos de cobardía que de valentía: no es extraño, se llama instinto de conservación y va inscrita en los genes.
Siendo un terrible accidente este del titanic, tampoco se puede olvidar que peores fueron otros hundimientos de barcos, durante la WWII por ejemplo, y no hablo de navíos de guerra.
El mar se acaba cobrando su precio, siempre. Y si no lo hace, siempre aparece un cernícalo que le ayuda, como el famoso Schettino.
Convencido que la frase celebre" este barco es insumergible" es de algun antepasado de esta otra celebre frase " nuestra economia es un enorme trasantlantico"...una historia conmovedora.
Candela:
Tuvo que ser un crisol de todo lo que encierra el ser humano:de heroismo,de amor, de cobardía, de vileza, de falta de escrúpulos...
Todo,comprimido en las vidas de esos dos mil y pico de pasajeros que viajaban juntos hacia la tragedia.
J.F.Sebastian:
Pues sí.
Pero ya sabes que nuestros titiriteros o están en la dimensión guerracivilística o en la "torrentiana".
De ahí, las criaturas,no salen...
Agustín:
El amor con mayúsculas y la aceptación del destino, de la muerte inevitable.
Es sublime.
Señor Ogro:
En circunstancias trágicas siempre sale lo mejor y lo peor del ser humano.
En esos momentos se hacen patentes las grandezas y miserias de nuestra condición.
Con respecto a lo que comentas, Pérez Reveerte ha escrito un magnífico artículo que comparto por completo.
Dice en un extracto:
"Consideren lo que el Titanic simboliza hoy. Las tripas del asunto. Dejen de lado la parte sentimental, si pueden. La compasión natural por las víctimas, las emociones y otros elementos perturbadores del buen juicio. Mírenlo con objetividad fría, como nos mira ese bromista al que me referí antes. Dos mil y pico infelices, desde sofisticados millonarios a emigrantes pobres como ratas, que confiando en la publicidad de la compañía White Star, que califica su barco de insumergible, se instalan alegremente a bordo de un artefacto de acero que pesa 45.000 toneladas, y cuya tendencia natural, si algo falla en la técnica -y la técnica puede fallar siempre-, será irse al fondo por su propio peso. Y no contentos con tentar a la suerte de tal manera, esos pasajeros confían sus vidas a una tripulación en la que los marinos auténticos son minoría. A un sindicato -así los llamó Joseph Conrad- de cocineros, mayordomos y camareros más dedicados al confort del pasaje, a que éste coma bien, duerma cómodo y se divierta, que a la navegación profesional propiamente dicha. Ahora, como guinda del pastel, añadan a eso una compañía naviera dispuesta a hacerse a toda costa con los récords de navegación y los beneficios que ese primer viaje puede traer en cuanto a promoción y venta de pasajes en el futuro. Con lo que tenemos, resumiendo la cosa, un artefacto monstruoso, hijo de la ambición y la arrogancia, lleno de incautos y gobernado por irresponsables, lanzado a veintiuna millas por hora en llena noche atlántica, a través de un mar lleno de icebergs. O sea: bingo.
Y ahora mírenme a los ojos y digan si la historia no suena calentita, a reciente de estos días. Cambien pasajeros por nosotros mismos, tripulantes por entidades financieras, compañía naviera por políticos desvergonzados, incompetentes y embusteros. Cambien la fiesta a bordo, los pasajeros de lujo con sus copas de champaña, los de tercera clase soñando con la vida mejor que podía aguardarles en América, por todos nosotros, nuestros créditos fáciles sobre sueldos que no podían sostenerlos, nuestro derroche, nuestra estupidez suicida, nuestro mirar hacia otro lado a las primeras señales de hielo en el mar. Metan todo eso en un ordenador, oigan. Denle a la tecla enter y saldrá nuestra foto exacta, saludando sonrientes desde la cubierta del barco insumergible, encantados de habernos conocido. Felices de estar ahí. Observen sobre todo nuestra cara de idiotas. Cien años ya, desde el Titanic, y no hemos aprendido nada."
Velarde:
Nostros aún nos estamos hundiendo,querido Jorge...
Y para colmo, la orquesta que nos amenizaba el fatal desenlace, ha dejado de tocar.
Bellísima entrada, Natalia.
Una cosa que me enteré hace unos días sobre esta historia.
La madre de Víctor, la misma noche de la catástrofe, estaba cenando una sopa tranquilamente en su salón.
De repente, cuando iba a coger una cucharada un enorme moscón muerto cayó en el plato. Entonces supo que algo le había pasado a su hijo.
Un saludo y feliz Semana Santa.
Una historia trágica para el matrimonio, pero a la vez de una tremenda suerte para Josefa porque salvó la vida.
Del Titanic hay otra mujer que se tiró al agua y salvó la vida también. Se llamaba Violet Jessop. Esta mujer se vio en tres naufragios, saliendo viva de los tres. Y todos ellos en tres de los mejores barcos de la naviera White Star: el Olympic, que se hunde el 20 de noviembre de 1911; el Titanic, que se hundió el 16 de abril de 1912 y el Britannic que se hundió el 21 de noviembre de 1916.
Poca gente la habrá ganado en eso de encontrarse en un barco cuando se produce el infortunio y se hunde. Seguro que, después de esto, no la querría nadie entre el pasaje. Y vivió hasta 1971, en que murió con, me parece,84 años.
A ver si nosotros somos capaces de sobrevivir ante el naufragio económico a donde nos llevó el PSOE.
Un abrazo
Jose:
Gracias.
No conocía esa anécdota de la madre de Victor Peñasco.
Toda una premonición, sin duda.
Jose LuisValladares:
Está claro que Violet Jessop debería haber puesto en su tarjeta de visita "superviviente profesional", por que escapar de tres naufragios sana y salva es como que te toque el euromillón tres veces en tu vida.
Y además, era una mujer atrevida y sin capacidad de achacar los hundimientos a un responsable:¡¡siguió viajando con la White Star!!.
Veremos, querido Jose Luis, si nosotros somos capaces de escapar del naufragio colectivo en que nos ha sumido Zapatero.
De entrada, la orquesta ha dejado de tocar...
Mal asunto.
La despedida de un verdadero hombre, bueno y enamorado. Triste historia, pero hermosa a la vez.
Esa catástrofe, fue fruto del egoismo y ambición económica. Siete años más tarde de esa tragedia, el barco español Valbanera de la Cía. Pinillos Izquierdo transportaba de Cuba a Canarias mercancias y 1800 pasajeros, cuando la capacidad era para 1400. Algunos, hacinados en cubierta, con un tiempo desfavorable, fallecieron de gripe y sus cuerpos fueron arrojados a la mar. Tres meses más tarde ese mismo barco naufragó en Cayos de Florida a causa de un huracán, falleciendo las 488 personas que iban a bordo. Por suerte, sin conocer exactamente las causas, desembarcaron antes 800
emigrantes que tenían comprado el pasaje, al igual que el resto, hasta La Habana. Hubiera sido una tragedia comparable al Titanic.
Hoy continúa semejante ambición y desprecio al ser humano `por parte del capital desaprensivo. Con el ejemplo reciente del Costa Concordia y demás macro-cruceros con capacidad para 4000 pasajeros y 1000 tripulantes, parece que prima la rentabilidad a la seguridad.
¡Vaya historia, doña Natalia! Conmueve hondamente, por más que hayamos leído y visto narrar tantas de ellas a cuento del famoso hundimiento. Y muy bien contada, por cierto.
Un saludo muy cordial.
Urdanautorum:
En el comentario de respuesta a Velarde,enlazaba un artículo de Pérez Reverte que recomiendo y que encaja a la perfección con el espíritu de lo que tu apuntas.
El Titanic era un monumento a la soberbia, un órdago a lo grande a las mismas leyes de la ciencia y de la naturaleza.
El "insumergible" se hundió al primer envite y con él, mas de mil pasajeros que perdieron sus vidas.
Una tragedia sí saca lo mejor y lo peor del ser humano.
En el caso de Víctor y Pepita dejó una historia de amor, de renuncia y de entrega que trasciende más allá del tiempo.
Urdanautorum:
En el comentario de respuesta a Velarde,enlazaba un artículo de Pérez Reverte que recomiendo y que encaja a la perfección con el espíritu de lo que tu apuntas.
El Titanic era un monumento a la soberbia, un órdago a lo grande a las mismas leyes de la ciencia y de la naturaleza.
El "insumergible" se hundió al primer envite y con él, mas de mil pasajeros que perdieron sus vidas.
Una tragedia sí saca lo mejor y lo peor del ser humano.
En el caso de Víctor y Pepita dejó una historia de amor, de renuncia y de entrega que trasciende más allá del tiempo.
Antonio:
Gracias.
Es un historia casi desconocida.
Como ella. tuvo que haber cientos esa noche.
Gestos de amor y entrega, de resignación estoica ante lo inevitable, de aceptación de la muerte.
Imagino que tambiéen habría muestras de la peor condición humana.De cobardía,egoismo y vileza.
El hombre,el ser humano y su dualidad.
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