Cariño

Todos los ojos y visores, los oídos y grabadoras, las mentes todas, ubicados en Londres.
No espero del G-20 más que seguir esperando. Un coste ingente, indecente; ¿para qué?: pa ná, para llegar al acuerdo de que estamos en desacuerdo y deberíamos llegar a acuerdos.
Hay otro foco, previo a Londres. El Presidente del Gobierno asistió ayer como estrella inaugural a la apertura del XL Congreso de UGT. Les expresó su respeto a su compromiso -no especificó que fuera con él mismo y su partido- y su responsabilidad (tampoco determinó que ésta se traduce en la sensación de abandono y engaño que tienen muchos de los pocos trabajadores que van quedando y, por supuesto, otros tantos que han adquirido la condición de parados; ni que son responsables de la imposibilidad de acuerdos).
Es obvio que él se incluía en las alabanzas, al definirse como ugetista "desde y para siempre"; un matrimonio consumado y a la antigua usanza, hasta la muerte.

Tras las loas, llegó la petición al compañero: cariño y apoyo.
Es la traducción buentalantista de "nadie me quiere ya, os necesito" y "no me montéis, por caridad, una huelga, que soy de los vuestros". Él, que respaldó y secundó una huelga general en 2002 (¿no fue, entonces, ejemplar su comportamiento?), ahora ruega que no se la hagan padecer, con una cifra de paro que casi duplica la de entonces: 3.6o5.402 de parados que representan una tasa del 15,5% y 54.489 cotizantes menos a la Seguridad Social en marzo y 123.543 parados más.
El problema no es sólo de empleo, Presidente, es de paro.

Les pidió más: que continuaran el diálogo con las organizaciones empresariales. Continuar lo que no se ha podido iniciar, pues la respuesta sindical es un sistemático no.
La traca fue la exhibición de hermeneútica zapatérea: no tiene par. Quien le pide que gobierne, le reclama recortes sociales. Falaz. La tarea del Gobierno se ha dirigido hacia las demandas sindicales, sí, pero no como él afirma hacia el desarrollo personal y profesional u otros derechos, sino a sus exigencias económicas. Quid pro quo: os subvenciono, os protejo, me arropáis silentes o ensalzadores. Ya os he dado, os pido ahora.

Y mientras los sindicatos llenan sus arcas a nuestra costa, son ya 1,5 millones (más la familia) los que no perciben prestación alguna. Y mientras la demagogia inunda el discurso de Zapatero ante sus huestes sindicalistas, su Gobierno ha efectuado el mayor recorte social: convertir en imparable el incremento del paro. Ésta es su ocupación y preocupación por los más vulnerables. El descaro, la desfachatez, el desprecio del uno y los otros, resulta inefable.
Pregunten en Delphi, pregunten en Boliden, o en tantas otras empresas en que sindicalistas salvan su pellejo y se recolocan, mientras los parados son engañados por ellos y por políticos.

Denuncia a los ejecutivos (que no son trabajadores como todos sabemos) del sistema financiero..., y le aplauden. ¿Y los del sistema político?, ¿y los del sistema sindical?, ¿y el contubernio de pagar como trabajadores a los no-trabajantes liberados, dedicados a nada o a crear conflictos porque interesa dañar a un gobierno determinado?. ¿Es éste el ejemplar comportamiento sindical en esta crisis?: callar y arropar al Gobierno central socialista y montarle numeritos a Esperanza Aguirre, pongo por caso.
Desde todos los foros se le han reclamado medidas de reforma del mercado laboral.

Ni caso, por cobardía y por ignorancia; por una tozudez que nos lleva a la peor de las ruinas.
Que siga el Gobierno en este estatismo, que la sociedad se convertirá en una bola que arrollará como alud a los también estáticos sindicatos. Que se sigan ovacionando onanista y recíprocamente. Finalmente, el movimiento vendrá de la ira, de la rabia contenida ante este desprecio, ante la inculpación -falsa a sabiendas- del sistema financiero internacional, ante la desvergüenza de ande yo caliente, muérase la gente (de hambre y miseria, de desesperación). Los pobres en España rondan los 11 millones... y en ascenso.
Que sigan así, los unos y el otro, que terminarán recibiendo de la agobiada y estrangulada población lo mismo que las sedes bancarias londinenses por parte de los antisistema.
Con unos años menos, u otro Ejecutivo, Zapatero y Méndez habrían estado probablemente entre ellos.
Hoy, llaman estafadores y denigrados a algunos, desde su opulencia, cuando ellos son una estafa y ocasionan una denigración no sólo a quienes han perdido, pierden y perderán su empleo, sino a todos los saqueados por unos sindicatos que deberían autofinanciarse y dejar de vivir del presupuesto público. Su acción, en su propio beneficio y el del Gobierno del sindicalista Zapatero, sería bien distinta; su defensa sería de los trabajadores, no de sí mismos y del Gobierno amigo.

natpastor@gmail.com