La Ley del Silencio

Cuando ETA hizo el anuncio formal de lo que materialmente había evidenciado el 30 de diciembre de 2006, esto es, que el teórico alto el fuego dejaba de ser permanente, abordamos el asunto en la tertulia de El Anteojo. La postura del votante irracionalmente socialista -hooligan irredimible como tantos otros- que participa en ella, fue la de arguir que se negaba a darle publicidad a esos bandidos; como si se tratara de El Niño de Écija o de Curro Jiménez.

Me ha venido el recuerdo hoy, al escuchar a Mª Teresa Fernández de la Vega acusar a ciertos medios de comunicación, al PP se da por sabido, de dar informaciones sin ninguna base cognoscitiva, de hacerle propaganda a la banda terrorista y de dar alas a la misma. Esta idea de creer que los problemas, si no se habla de ellos o se tapan, se aburren de que nadie les preste atención y se extinguen espontáneamente, no deja de ser una actitud cobarde y pueril. Pero estas dos connotaciones -cobardía e infantilismo- son insuficientes para este Gobierno. De esas declaraciones se desprende, además, la rabia liberticida que late en la impotencia de callar a quienes denuncian las tropelías que se están cometiendo, amparados por el derecho a la libertad de expresión, que es en estos casos en los que hay que proteger, y no en aquellos de la telebasura que nos ilustraba Sempietnos en un post anterior. Esto sí que justifica la libre expresión, el poner en conocimiento de los ciudadanos qué hace, deshace u omite el Ejecutivo, sobre todo si éste tiene un especial interés en ocultarlo.

Y es que este Gobierno socialista daría lo que fuera por poder someter al silencio a los periodistas (o no) y medios que no resultan comprables ni chantajeables. Lo ideal sería -para no romper la convivencia, que dirían ellos- que las informaciones, ora sobre ETA, ora sobre incendios con 11 muertos, ora sobre playas inundadas por un mar ennegrecido por el fuel, bien se ocultaran, bien se deformaran o sesgaran como hacen El País, Ser, Cuatro, Sexta, TVE, etc..., o personajes tan ilustres como Sopena, su amada esposa, Rafael Torres, Miguel A. Aguilar, López Agudín, Mª Antonia Iglesias, o tantos otros. Pero no es posible y su ira se desata.

La Vicepresidenta, aplicando su razonamiento argumentativo, consideraría que José Blanco hace propaganda a los terroristas islamistas radicales, por sus referencias incesantes a la guerra de Irak o a los atentados del 11-M; y los informativos darían alas a la violencia de género, a los pirómanos o la a la pederastia. Demagógico y absurdo, ¿o no?. Pues eso.

Quienes han hecho de altavoz y han actuado como chico evax alado, han sido los que han servido de correo gubernamental con destino ETA, a sabiendas de que no pensaban dejar de utilizar los medios de toda su vida. Hacer propaganda a los terroristas es llevar el terrorismo etarra al Parlamento Europeo, haciendo una publicidad engañosa a los parlamentarios que desconocen la cuestión.

Los problemas y los errores hay que encararlos, tratarlos y buscar la mejor y más rápida solución, a ser posible idónea para todos. Cuando se tapan, ocultan, se hace demagogia con ellos, o se tergiversan, sólo, como en aquella serie, crecen. Y cuando se culpa, siquiera en parte, a quienes no hacen más que constatar su existencia, se es un cobarde incapaz de asumir la culpa o responsabilidad propia. Pero de casta le viene al galgo, González ya decía aquello de "nosotros no tenemos la culpa".