Es una cruzada

Hay momentos en la vida,en que uno a pesar de ser cuarentón,se retrotrae por mor de avatares diversos a la infancia, y retoma momentos memorables,sensaciones únicas.
En esos instantes uno vuelve a ver a Errol Flynn y "La carga de la Brigada Ligera",o abordajes de piratas cuchillo entre los dientes,o escucha el sonido de trompeta del Séptimo de Caballería al rescate de cualquier dama en apuros rodeada de indios.
Ayer en Huelva,los madridistas,que de un tiempo a esta parte estamos todos suscritos a la Cofradía del Clavo Ardiendo,vivimos un nuevo sobresalto hasta el punto,que ya vamos al campo con una bufanda en una mano y en la otra una cafinitrina por lo que pueda pasar.
Tras un cómodo paseo,y un 0-2 tranqulizador,los fantasmas volvieron a hacerse presentes,y los onubenses empataron el partido a cinco minutos del final.
Todos nuestros sueños,nuestras ilusiones,se iban por el sumidero de la decepción un año más.Pero no.
Este Madrid es diferente;es un equipo conjurado,un grupo de hombres como los que Leónidas tenía bajo su mando,espartanos,imbatibles,inmunes al cansancio y abonados a la épica.
La galopada de Higuaín sólo contra todos,como un "kamikaze" suicida,era un toque de corneta,un grito de morir matando,una llamada a los movimientos telúricos,al espíritu de Juanito,a los Tercios de Flandes.
A la conquista,en suma.
Y se obró el milagro cuando apareció Roberto Carlos por la banda izquierda en un sprint de ochenta metros para certificar la remontada y la victoria.
Y en ese momento una explosión de júbilo indescriptible se apoderó de todos nosotros como una sacudida cuyo epicentro fuera el escudo de nuestra camiseta.Fue algo más que otra victoria "in extremis",agónica,cardiaca,bestial.
Fue un rugido de orgullo,de oler "napalm" con sabor a victoria,a puro huevo,como once gladiadores.
Acojonante.