Cincinato Pérez

Si a Roma le amenazaba un grave peligro, interno o externo, el Senado nombraba un salvador y le investía de un poder ilimitado sobre la comunidad, incluida la vida de los ciudadanos.
En tiempos de guerra o situaciones que exigían decisiones rápidas prefería confiar el poder a un solo hombre, a una sola voluntad.
Cierta vez, los romanos se enzarzaron en una peligrosa guerra contra un pueblo vecino, los eucos. Sobrevinieron malas noticias: uno de los cónsules era de una incompetencia militar increíble. Desesperados, los romanos solo vieron una solución: concentrar todos los poderes en manos de un solo hombre. Y eligieron a Cincinato , un patricio que adquirió fama como cónsul por su valor y su talento político.
Cuando los enviados del senado llegaron a la pequeña granja que Cincinato poseía al otro lado del Tíber para comunicarle el resultado de la votación, el antiguo cónsul estaba arando su campo.
Tres años de tristeza. Tres años siendo lo que no somos. Tres años de títulos baldíos, infelices, porque nuestra esencia había sido modificada, sustituida por un conglomerado de turbulencias, irregularidades, oscuridades, presuntas -de momento- ilegalidades.
Tres años de Real Madrid alejado del Madrid real.
Hoy es un día gozoso, al menos para mí.



Vuelve Florentino Pérez como candidato a la presidencia de mi club.




Con la humildad de reconocer que se equivocó, equivalente a una disculpa en su caso.
Trae consigo el halo de la ilusión, la honradez, la ética, la transparencia, la limpieza, el buen hacer, la entrega, el servicio y el amor al Madrid, conseguido en sus previos mandatos.
Claro en sus ideas -como siempre-, nítido en sus objetivos, nos llena de ideales y sueños desde la realidad. Es único. Paradigma de madridista. Un socio más, pero el número uno.
Arrebolado por la admiración ambiental, con la sonrisa de la timidez esbozada en su cara, pletórico. Como muchos, como yo. Aún no ha dado datos exactos de su candidatura, sólo ha apuntado las líneas que inspirarán su proyecto. Pero es suficiente.
Su sola presencia genera ilusión, su simple imagen es sinónimo de éxito; es mágico.
Es él, es Florentino. Hasta los periodistas extranjeros le piden fichajes patrios.
Los blaugranas (enhorabuena por el triunfo de ayer), sienten un cierto amargor a pesar de la miel de ayer.
Mi voto ya lo tiene, sencillamente porque me representa como madridista, porque sé que quiere al club tanto o más que yo, porque demostrado tiene que encarna el madridismo. Y porque ha aprendido de sus errores.
No deja su arado, no es necesario. Están él y su equipo; su equipo y él. Trabajará por lograr la confianza de los socios. La mía, la tiene desde hoy.
Aún no es presidente del Madrid, pero ya dan ganas de pedirle que abandone el arado madridista para ser presidente del Gobierno.
Gracias Florentino. Gracias Cincinato.

natpastor@gmail.com